martes, 31 de mayo de 2016

El clavel negro


   Se miró al espejo y dejó caer una tras otra todas sus máscaras. El suelo se cubrió de rostros inexpresivos de distintos colores. Se miró de nuevo y tocó su cara para comprobar que era de piel, no de látex. No se reconocía... demasiado tiempo ocultándose. Sintió algo de miedo. Se agachó y tomó una de las máscaras, se la colocó de nuevo y sintió alivio.


   El clavel negro
   Lo encontré tirado en la calle. Estaba viejo, apenas un tallo amarillento, pero con raiz. Miré hacia arriba. De una terraza colgaba gran cantidad de claveles rojos, brillantes, los quise contar y perdí la cuenta. Me fuí a casa y planté aquel tallo con la esperanza de poder tener algún día tan bellos claveles. Lo puse en una jardinera grande, para que pudiera desarrollarse bien y lo fuí regando a diario. Paulatinamente el tono se tornó verde oscuro y comenzaron a brotar nuevos tallos. De uno de ellos, del más grande, comenzó a apreciarse un pequeño capullo. ¡No podía creerme que fuera a florecer tan pronto!
   La espera fué larga, pues el capullo crecía muy lentamente y yo tenía muchas ganas de ver aquel primer clavel rojo brillante.
   Una mañana, al acercarme como todos los días a la jardinera, ví con asombro una flor de pétalos negros. Deslicé mi mano a lo largo del tallo para comprobar que éste pertenecía a los claveles. Efectivamente, era un clavel de color negro. No podría describir mi reacción, estaba decepcionada y a la vez me sentía privilegiada por tener un ejemplar único.
   Ese fué el único clavel que floreció el primer año. Cuando empezó a marchitarse, le quité uno de sus pétalos y lo metí dentro de un libro. Suelo hacer eso con las flores que me gustan, es una manera de perpetuarlas.
   Al año siguiente, la planta creció con más fuerza y pronto se llenó de flores negras. Solía sentarme un rato junto a la jardinera y pasar mi mano sobre los claveles, parecían transmitirme energía. A mediados del verano, una mañana, al regar los claveles ví en el centro una flor roja. Parecía diferente a las otras y no solo por el color. Me acerqué para tocarla y me pinché con las espinas de su tallo. ¡Era una rosa!. Sorprendida seguí la trayectoria de ese tallo, con cuidado de no volver a pincharme, y descubrí que estaba unido al tronco principal de los claveles. No era un rosal aparte.
   En los días sucesivos, el rosal fué ganando terreno a los claveles, cada vez había más rosas rojas que claveles negros. Se diría que la planta mutaba por momentos, hasta tal punto, que al final del verano se había transformado enteramente en rosal. Ya no quedaba ninguna hoja de clavel, ni ninguna flor negra.
   En el mes de Enero podé el rosal, como todos los demás. Después lo saqué de la jardinera y lo prasplanté junto a la puerta, allí crecería mejor, a la vez que sus flores lucirían más.
   A la siguiente primavera, el rosal empezó a retoñar de nuevo. Pronto se llenó de nuevos tallos verdes y fuertes, parecía que la nueva ubicación le había favorecido. En poco tiempo se cubrió de rosas rojas, y nuevos tallos, que yo iba guiando alrededor de la puerta, formando un arco de olorosas flores. Nunca había visto crecer tan rápido un rosal. Estaba tremendamente feliz.
   Pero había algo que extrañaba. Entré en casa y busqué un libro de la biblioteca. Abrí sus páginas por el centro y con cuidado, saqué un pétalo negro. Era todo cuanto me quedaba de aquella extraña planta que se transformó en mi rosal preferido. Lo toqué con extrema suavidad, cuidando de no romperlo. Necesitaba sentir aquella energía de nuevo, cerré los ojos y respiré profundo. Luego volví a meter el pétalo en el libro y lo devolví a su sitio.

domingo, 22 de mayo de 2016

La Manga del Mar Menor


La Manga del Mar Menor es un cordón litoral situado en el sureste de la península ibérica en la comunidad autónoma de la Región de Murcia y, tras su urbanización en la segunda mitad del siglo XX, es un centro turístico de gran importancia.
Pertenece a los municipios de Cartagena en su parte sur, hasta Calnegre y Monte Blanco, y a San Javier en su parte norte. El istmo al norte del canal del Estacio es un espacio protegido denominado salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar que da continuidad al cordón litoral y forma parte del término municipal de San Pedro del Pinatar.
 Bajo el descriptivo apelativo de La Manga se encierra un curioso capricho orográfico que ha venido siendo uno de los símbolos que mejor identifican el litoral murciano como enclave turístico: un cordón extendido a lo largo de, aproximadamente, 24 km entre Cabo de Palos y la Punta del Mojón, que pone límites naturales a la laguna de agua salada conocida como Mar Menor. En su origen, lo que actualmente se conoce como La Manga del Mar Menor fue una bahía abierta al Mediterráneo; en sus extremos, escollos de rocas volcánicas fueron actuando paulatinamente como frenos de arenas y sedimentos arrastrados por las corrientes marinas, hasta conformar una columna arenosa de dunas y vegetación agreste y extensas playas bañadas por dos mares, el Mediterráneo y el Menor. La Manga es una estrecha franja de terreno cuya anchura varía entre 200 m y 1 km y medio. Está cortada por canales naturales que mantienen el contacto entre los dos mares; las llamadas golas permiten la entrada en el agua del Mediterráneo en la laguna. Como tal espacio, se mantuvo virgen hasta la década de los años sesenta, cuando se produce el "descubrimiento" de La Manga como enclave turístico, experimentando una transformación con la urbanización de la zona y la construcción de infraestructuras turísticas.

lunes, 16 de mayo de 2016

La espera

   Vuelas tan alto que apenas alcanzo a ver una leve silueta sobre el sol. Y yo, con mis alas rotas, con mis patas doloridas, aquí abajo solo puedo rascar la tierra lentamente, y recostarme en el hueco que voy construyendo dia a dia, mientras miro al cielo y te siento tan lejos que tengo miedo por primera vez de perderte en el horizonte.
   Y el hueco que construyo, cada día es más profundo, más cómodo, no siento miedo, solo espero...

martes, 3 de mayo de 2016

Estrellas

   No vengo a consolarte, ni a decirte nada. Solo a sentarme a tu lado en silencio y contemplar las estrellas. Y a abrazarte si lo necesitas. A sentir ese dolor que transmite tu abrazo y transformarlo poco a poco en serenidad y calma. Y si existe ese instante en que nuestras miradas se crucen, dejar fluir nuestras lágrimas sin miedo, sin vergüenza, vaciar la pena compartida y después, siempre en silencio, con respeto, me iré. Pero no estoy lejos, amiga, la distancia es siempre corta, mi alma vuela donde mi cuerpo no puede llegar.
   Y si me lo permites, hoy sí te daría un beso.

domingo, 1 de mayo de 2016

Mamá

   Si supiera, si fuera capaz de escribir... si hubiera aprendido a lo largo de mi vida a expresar el sentimiento más grande que tengo. Y si esa vida no hubiera arrebatado la tuya tan pronto... quizás entonces podría reconciliarme con la vida.
   Quería dedicarte algo para el día de la madre... pero ya ves... lo siento, tu ausencia sigue doliendo. Y el tiempo atenúa pero no cura.
   Yo también soy madre. Te habría gustado ver crecer a tu nieta y llevarla a la playa. Así no habría tenido tanto miedo al agua. La apunté a clases de natación...
   A veces he soñado contigo, menos de lo que quisiera. Álgo mío se fué tras de tí. Perdona si no cumplí tu último deseo... cerrar tus ojos...pero yo no estaba contigo, nunca me lo perdonaré.
   No quiero seguir... quería dedicarte algo alegre, como tú fuiste siempre. Mamá, mi mamá.